viernes, julio 14, 2006

¿Sembró Venezuela el petróleo?



Un análisis de José Guerra
(Servicios de Google)


"Se acostumbrarán a vivir del subsidio petrolero"...

Y así fue. Un intelectual visionario de la trayectoria y futuro de su pueblo.


14 de julio de 2006
El 14 de Julio de 2006 se cumplen setenta años de la publicación del que puede considerase el artículo que más influencia ha tenido en Venezuela o al menos el que se ha citado más veces. Efectivamente, con el título de Sembrar el petróleo, Arturo Uslar Prieti planteó el dilema fundamental de la economía petrolera venezolana. Aunque para el momento de escribir Uslar el artículo el petróleo todavía no había desplegado su dominio absoluto en la economía, su visión futurista le permitió anticipar lo que pronto ocurriría.
Uslar conceptuaba al petróleo como una industria destructiva que liquidaba la verdadera base del desarrollo y la prosperidad de Venezuela: su agricultura. De acuerdo con Uslar, esa industria destructiva se convertía en la principal fuente de ingresos fiscales lo que se expresaría en el hecho de que los venezolanos se acostumbrarían a vivir subvencionados y con el espíritu resquebrajado para el trabajo al sentirse con derechos a disfrutar de su porción de una riqueza no laborada. Así se valoraba Uslar esa preocupación: “La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no solamente es limitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional”. De allí que advirtiese del peligro que Venezuela y los venezolanos se transformaran en una especie de tributarios del petróleo, dependiente su destino de una riqueza fortuita toda vez que el petróleo iba “(…) hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable”.
En el fondo la primera preocupación económica de Uslar fue que la dinámica del petróleo en la economía se expresaba en una moneda fuerte, el bolívar de la época, que estaba ayudando a extinguir la base agrícola del país, fuente de riqueza permanente según Uslar. Esto es lo que hoy se denomina la enfermedad holandesa, por el efecto negativo que sobre la industria de Holanda tuvo la explotación de los yacimientos de gas a comienzo de los ochenta. También fue preocupación temprana de Uslar la necesidad de elaborar dos presupuestos, uno con los ingresos ordinarios y otro con recursos petroleros, los cuales, por su carácter perecedero, debían dedicarse exclusivamente a la inversión, al plantear que “Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales”. Esta posición uslarista es la de un hombre comprometido con la ética del capitalismo como sistema productivo, alejado del rentismo y el parasitismo. Una vez que Uslar pasa de la cátedra al gobierno le tocó justificar la intervención del Estado en la economía para proteger y estimular al establecimiento productivo nacional con aranceles elevados, limitación a las importaciones y créditos baratos. Fue justamente esa política, de sustitución primaria de importaciones, la que comenzó a aplicar el Gobierno de Medina Angarita, del cual Uslar fue el ministro más destacado. Posteriormente, bajo el segundo gobierno de Betancourt adquiere un firme impulso el camino industrializador auspiciado por el Estado venezolano que hizo de esa política un principio. Fue esa la manera en que Betancourt entendió la siembra del petróleo, con lo cual Venezuela comenzó a acortar la ventaja que tenían otros países de América Latina que tempranamente comenzaron a industrializarse.
De esta manera, el gobierno con una mano cerraba el mercado interno y otorgaba financiamiento para incentivar a la industria nacional y con la otra repartía la renta petrolera mediante transferencias directas, empleo público y subsidios. Por ello, siendo fiel a su posición inicial, Uslar advirtió a finales de los años cincuenta sobre la preponderancia del Estado en la economía: “Un gran parte de esa riqueza se ha invertido en crear un capitalismo de Estado, que seguramente es el más extenso y poderoso del mundo del lado acá de la Cortina de Hierro. (…) Venezuela va a llegar a ser un país, no ya de dependientes del petróleo sino de dependientes del Estado y ese capitalismo monstruoso del Estado, llegará fatalmente a convertirse, como en el pasado se convirtió, en una terrible máquina de tiranizar”.
El hecho cierto es que la siembra del petróleo hizo posible que Venezuela instalara un parque industrial, ineficiente para algunos, pero que permitió al fin y al cabo que comenzara un proceso sostenido de estímulo a fabricación nacional de bienes que antes se importaban, como política estatal a partir de 1959. Esta política tomó un sendero insostenible después de 1974, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien cometió la equivocación de fundar el crecimiento industrial en empresas del Estado, cuya situación deficitaria acentuó en endeudamiento público de Venezuela. Agotada la sustitución de importaciones, desde los años ochenta Venezuela no ha contado con una política industrial claramente definida, como acción programada del Estado y más bien ha venido moviéndose en zigzag, lo que se ha traducido en una mortandad de establecimientos industriales. Esa política de desindustrialización ha llegado a su clímax durante la administración de Hugo Chávez, quien al trazarse como objetivo hundir a los grupos económicos tradicionales de Venezuela está haciendo naufragar a la industria nacional para favorecer a nuevos grupos o a capitales extranjeros. Por esa razón es que actualmente, en 2006, el comercio exterior de Venezuela es tan vulnerable a la coyuntura petrolera como lo era en 1936 cuando Uslar Prieti escribió su monumental artículo.
El bono del sur
Con motivo de la cumbre de mandatarios del Mercosur celebrada en Caracas, se aprobó la propuesta de Argentina de lanzar al mercado un instrumento financiero llamado el “bono del sur”, por parte de esa nación y Venezuela. Se trata de una jugada maestra del gobierno argentino para captar fondos frescos utilizando para ello el menor riesgo país que mantiene Venezuela en virtud de los elevados precios del petróleo. Así, Argentina emitiría deuda cuya tasa de interés sería la que paga Venezuela por sus pasivos en moneda extranjera. Los bancos de inversión Credit Suisse y Morgan Stanley actúan como los asesores financieros de la operación. Se ha comentado que la emisión conjunta sería por US$ 2.000 millones, destinados al financiamiento de obras y proyectos en la nación sureña. Para una economía como la venezolana con superávit en su cuenta corriente de la balanza de pagos y en sus finanzas públicas no tiene sentido emitir bonos para ser comprados por los argentinos a quienes precisamente está financiando Venezuela. De hacerse esas colocaciones se espera que prive la transparencia y no lo que ocurrió en el pasado reciente con la asignación a dedo de bonos a operadores cambiarios favorecidos por el gobierno de Venezuela.
El empuje ruso
El gobierno de Rusia ha levantado las restricciones que quedaban para que el rublo se transe libremente en los mercados mundiales y con ello retorne a su convertibilidad. Una de las medidas que impedía que esa moneda se comercializara en las plazas financieras era el encaje de 7,5% para los no residentes que mantuvieran deuda soberana rusa. Sin embargo, el banco central regulará mediante subastas diarias la evolución de la tasa de cambio. Rusia, con ambiciones de potencia, necesitaba una moneda totalmente convertible para que pueda codearse con el dólar, el euro y el yen. Favorece a Rusia las extraordinarias reservas de petróleo y gas que aseguran un flujo de ingresos en divisas que por ahora no cuestionan la estabilidad cambiaria. De hecho, al comenzar la transacciones, los primeros días de julio la moneda se sobrevaluó de 32 a 26.5 rublos por dólar. Además, ya Rusia adelantó al Club de deudores de París el pago total de las deudas acumuladas en la etapa soviética, por alrededor de US$ 22.000 millones.
Rebrota la inflación
Las cifras del BCV indican que al cierre de junio de 2006, la tasa de inflación intermensual se situó en 1,9%, con lo cual la tasa anualizada, es decir, comparando junio de 2006 con junio de 2005 alcanzó a 11,8% una de la más elevadas de América. Un análisis más detallado de las cifras muestra que los precios no controlados aumentaron 2,7% durante el mes mientras que el grupo de alimentos, el de mayor incidencia en los sectores pobres, registró una tasa de inflación mensual de 5,8%, lo que se traduce en una tasa inflacionaria anual de 18,9%. Por su parte, la inflación al mayor de los bienes nacionales experimentó un alza de 3,7%. Para tener una idea de la magnitud de la inflación en Venezuela, obsérvese que la tasa de inflación de Perú en los doce meses que van entre junio de 2006 a junio de 2005 alcanzó a 1,8%, inferior a la Venezuela en un solo mes, con todo y que en aquel país no existen controles de precios y de cambio. Hacía unos días el ministro Jorge Giordani y el diputado Rodrigo Cabezas tuvieron la osadía de afirmar que en Venezuela no existían problemas macroeconómicos. Obviamente se indigestaron con la tasa de inflación.
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