jueves, noviembre 02, 2006

La izquierda moderada se convierte en la protagonista de la cumbre iberoamericana

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Las victorias de la izquierda moderada en las elecciones celebradas en Latinoamérica en lo que va de año (Chile, Perú y Brasil) convierten a la XVI Cumbre Iberoamericana que se inaugura hoy en Montevideo en la primera gran cita internacional entre Jefes de Estado de un continente que, a falta de lo que suceda en Ecuador a finales de mes y en Venezuela en diciembre, está rechazando en las urnas el populismo. En la capital uruguaya, bajo el lema "Migraciones y desarrollo", se darán cita 22 países, pero habrá dos grandes ausencias: el dictador cubano, Fidel Castro, y el presidente brasileño, Lula da Silva.

Castro se encuentra enfermo y apartado de las tareas de gobierno, mientras a Lula los médicos le han recomendado que descanse tras un largo proceso electoral en el que ha resultado reelegido presidente. Su ausencia se hará sentir porque Brasil es la economía más importante de Latinoamérica y además es el abanderado del proyecto económico de integración regional que se opone a la firma por separado de Tratados de Libre Comercio con EE UU. Lula combina una dura oposición económica con una buena relación política con Washington, lo que, unido al liderazgo brasileño de Mercosur, convierte al ex sindicalista en la referencia de varias situaciones complicadas en distintas partes del continente y que quedan fuera de la agenda oficial de la cumbre.

Entre ellas figura el conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación, en territorio uruguayo, de fábricas de pasta de celulosa. Una discusión que se prolonga ya desde hace año y medio con episodios de fuerte tensión diplomática. El argentino Néstor Kirchner y el uruguayo Tabaré Vázquez no tienen previsto reunirse para hablar del tema en un momento en el que se está produciendo un fuerte cruce de declaraciones entre ambos Ejecutivos.

El Banco Mundial, uno de los organismos internacionales a los que ha recurrido Argentina, que alega daños medioambientales, ha dado la razón a Uruguay y han vuelto los cortes protagonizados por manifestantes argentinos en la frontera entre ambos países. La presencia de Lula -que mantiene unas relaciones excelentes con ambos mandatarios- podría haber servido para rebajar la tensión y propiciar encuentros, aunque fueran informales. Es probable que Kirchner ni siquiera se quede a la cena de mañana.

Tampoco habrá posibilidad de acercamiento entre el socialista peruano Alan García y el venezolano Hugo Chávez. García venció en las urnas el pasado junio tras una campaña en la que el venezolano intervino calificando al actual presidente peruano de "ladrón". Perú ha apostado por el modelo de integración económica -al igual que Colombia- consistente en firmar un Tratado de Libre Comercio con EE UU, una fórmula a la que incluso se ven inclinados los dos socios menores del Mercosur, Paraguay y Uruguay. Chávez llega tras el revés sufrido en su pugna para conseguir un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tras las derrotas electorales de candidatos afines en Perú y Ecuador y con la atención centrada en las elecciones que celebrará Venezuela en diciembre.

Convulsión boliviana

Por su parte, al boliviano Evo Morales -quien la semana pasada se apuntó un tanto político al hacer firmar a las petroleras extranjeras en el plazo marcado por él mismo las condiciones de permanencia en Bolivia- le preocupa más el convulso panorama interno, con diversas protestas y una Asamblea Constituyente que no avanza, que los problemas que genera la emigración -uno de los temas oficiales de la cumbre-, cuyas remesas se están convirtiendo en una importante fuente de ingresos.

En el plano externo, la prioridad de Morales es la renegociación de los precios del gas que vende a sus vecinos, un asunto al que está muy atenta la socialista chilena Michelle Bachelet, a quien oficialmente Bolivia no le vende gas, pero sí a países terceros que pueden hacer repercutir la subida de Morales en la factura que le pasan al Gobierno de Santiago. La gestión de Bachelet -quien juró el cargo el pasado marzo- también atraviesa momentos de dificultad, especialmente con la protesta de estudiantes que hasta el momento está marcando su gestión.

El tema de la inmigración, en cambio, preocupa al Gobierno mexicano de Vicente Fox -y a su sustituto en la presidencia, Felipe Calderón-, pero no en sus relaciones con Latinoamérica, sino por el muro que está levantando EE UU en la frontera.

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