viernes, septiembre 28, 2007

NEW YORK, NEW YORK

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Habría que preguntarle a los Larraines si están dispuestos a darle contenido verdadero a su gestión en pro del ingreso de Chile al Consejo de DD.HH. de Naciones Unidas, porque sus parlamentarios tienen en déficit la ratificación por el Congreso de la Corte Penal Internacional y de la Convención Interamericana de Desaparición Forzada de Personas.

Por Hugo Mery

¿Qué quedó de la reciente asistencia de la clase política chilena a la Asamblea General de Naciones Unidas?.

La Presidenta Bachelet invitó a que la acompañasen a Nueva York a los presidentes de los partidos, de gobierno y oposición, el Comunista incluido, para convertir en asunto de Estado la aspiración de Chile a integrar el Consejo de Derechos Humanos del organismo mundial.

Guillermo Teillier aceptó la invitación, pero luego el PC decidió que no viajase. Los Larraines de la Alianza comparecieron, pero una vez allí se quejaron de que su presencia no alcanzaba mayor sentido, porque no se les encomendaron tareas específicas para trabajar por los objetivos del país. La verdad es que lo procedente es preguntarle a ambos si estaban dispuestos a darle real contenido a una gestión suya en pro de los Derechos Humanos, esta vez a escala mundial, pero partiendo por el nivel local.

Porque los partidos de derecha tienen en déficit al Congreso Nacional respecto de la ratificación parlamentaria no sólo del Tribunal Penal Internacional, sino también de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.

A través del viejo expediente de discutir detalles y de introducir prevenciones, han logrado avergonzar al país ante la comunidad mundial, convirtiéndolo en uno de los pocos convocantes de la iniciativa que no ha podido ser parte de ella.

Y a nivel local han logrado también desnaturalizar la sentida aspiración de la Presidenta Bachelet de crear un Instituto de Derechos Humanos, negando la posibilidad de que un organismo tal pueda presentar demandas y querellas ante los tribunales, y relegándolo a la calidad de mero museo, de depositario de la memoria nacional en la materia.

Para esto contó con la concurrencia nada menos que del Secretario General de la Presidencia, así como del respaldo del senador Jorge Pizarro.

Según un opositor a esta componenda, el senador Alejandro Navarro, el ministro Viera Gallo padece de compulsión negociadora: allí donde ve un parlamentario derechista negocia con él.

Como una buena caricatura, esta imagen jocosa tiene mucho de verdad y puede ser el preludio de un nuevo y serio incordio dentro de la Concertación: senadores como Soledad Alvear van a revertir su voto inicial favorable, porque no se les advirtió de los alcances del acuerdo con la derecha, ni ellos lo estudiaron concienzudamente tampoco.

Así las cosas, carece de sustancia que Nueva York se haya convertido, por un par de días, en la capital de la política criolla, como lo es habitualmente del mundo en septiembre de cada año.

Puede servir para acercar humanamente a los adversarios, pero la tregua suele durar lo que dura un viaje o una comida, como el encuentro gastronómico en que confluyeron varios presidenciables, incluso Jorge Arrate, pero con la ausencia de dos derechistas: Piñera y Longueira.

Los Larraines no perdieron la oportunidad de escuchar el discurso del nuevo gurú conservador, el francés Nicolás Sarkozy y Alvear se fue luego a México, a ajustar cuentas con los camaradas que a nivel internacional cuestionan la permanencia de su partido en una coalición con los socialistas. Y más allá de la anécdota sabrosa para los interesados, nada en realidad quedó para el grueso público.

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